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martes, 26 de octubre de 2010

La importancia de llamarse Barroco



Barroco, una suerte de escritor y fantasma, era feliz pero incapaz de escribir sobre la felicidad. Esto, en gran medida, obedecía al hecho de que Barroco era felizmente triste, es decir, que se sentía feliz por ser una persona triste. Y a su vez se sentía feliz por ser tristemente feliz, pues sabía que su felicidad se nutría de la tristeza. Para entenderlo algo mejor indagaremos un breve pasaje de su biografía.
Cuando en el año 1.979 las primeras nieves troquelaron su luminiscencia inmaculada alrededor de las ventanas de su cuarto, fue apresado por orden y en nombre de la dictadura que asolaba su Nación. Lo encarcelaron tras dos días de aporreados silencios porque en uno de sus libros carraspeó ante la ideología del Régimen, aunque era consciente de que los barrotes de su celda eran otros, invisibles y eternos.
Y así ocurrió pues cuando fue liberado y su cuerpo se incorporó nuevamente a la adulterada y corrosiva atmósfera de su Nación, aquella que lo había concebido para luego defecarlo, sintió miedo en la piel y comenzó a embalsamar su pensamiento para conservarlo tras el día su muerte. Una vez momificadas, sus inclinaciones y reflexiones ya no serían para su extinta carne pero seguirían perteneciéndole. Esa era su obstinación, decadentemente lógica pues el Régimen exterminaba a todo aquel pensamiento desacorde con los “principios del buen ciudadano”. Y con aquel arcano menester de envasar sus ideas (hasta incluso sus instintos) comenzó Barroco el declive de su identidad. Empezaría enterrando en aquella hermética cápsula algunos retazos de su huella dactilar: que era homosexual aunque nunca lo practicaría, lo cual engrandecía su feliz tristeza; los besos obscenos con los que su madre abortaba sus bostezos de niñez; que, en general, le importaban nada sus posibles amantes salvo aquel preso que sorbió su sopa acercándose al licuado desecho como un cisne con el cuello replegado que, cuando acude a la orilla del agua, teme ver su reflejo impreso en el abismo del cautiverio; que la verdadera razón por la que tosía dormido era porque se había auto impuesto que se activara su tos cuando hablaba en sueños, como un resorte, y ello para que no pudieran reconocer algún concepto que atentara contra el Régimen; que guardaba una foto de Sócrates en un hueco oscuro de su inodoro junto a un boceto del Faro de Alejandría; que odiaba el rígido uniforme azul que permitía a sus exangües articulaciones seguir latiendo; que sabía amar enardecidamente textos prohibidos cuya esencia agazapaba en su alma convirtiendo Barroco su cuerpo en un alambique que destilaba hacia adentro contenidos filosóficos de los grandes pensadores de la historia;…
Barroco siempre dejó malear, sin oponer resistencia, sus actos externos, aquellos que nacen a partir de la capa superficial de su piel. Pero esta sumisión era sólo un molde creado para regalar su desidia al Régimen y desviar el punto de mira respecto de su fuero interno, donde se cocía todo un mundo de insurrectas intenciones. Éstas también las envasaría en el sarcófago de su mente: incluiría que cuando cambió la celda de la cárcel por la de su habitación se hubiera provocado el vómito para infectar los ojos que, tras las cámaras, lo vigilaban en su propia casa; que pensaba ser un líder ideológico cuando todo acabara; que cuando esto pasara publicaría un libro sobre violaciones y torturas que algunos rebeldes vengadores profesarían a los obesos cuerpos de los altos mandos del Régimen; que haría volatilizar los muros de la cárcel y de toda su vida tan sólo con el canto de un pájaro,….pero cuando metió en el arca este pensamiento no pudo evitar pensar en aquel preso con cuello de cisne. Entonces Barroco ansió ser otro cisne para ser su compañero y beber agua junto a aquél durante el resto de su vida.
Barroco murió felizmente triste y con un panteón interno repleto de tesoros pensados. No llegó a respirar en libertad pero su verdadero nombre, que también metió en aquella cápsula para conservarlo intacto, así como su vida y obras, fueron reveladas tras la dictadura a toda la Humanidad.
Su nombre no puede ser descubierto aquí por respeto a la intimidad de sus confesiones pero precisamente hoy, en su tumba frente al lago, están anidando dos cisnes blancos.





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La importancia de llamarse Barroco by Gabriela Amorós Seller is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.

7 comentarios:

  1. Hoy me he sumergido en este mar de palabras. La corriente me ha arrastrado y aún me cuesta respirar. Estoy emocionado, y esto no es sólo una palabra, es un hecho cierto. Gracias por ver tan claramente en esos mundos y explicarnos su contenido a quienes no tenemos acceso a ellos. Seguiré buceando en tu mar, si me lo permites.

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  2. Espero Pepe que sigas buceando pues tu opinión siempre es importante y lo digo no como buenísimo escritor que eres sino como integrante de mi, tu familia. Gracias.

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  3. Sugerente y para pensarlo varias veces.

    Nietzche escribió sobre un estadio de la voluntad similar al de un camello, la constitución de una primera interioridad subjetiva generada por la pasiva resistencia al peso de leyes externas. Pienso en este preso que luego de resistir tanto tiempo se encuentra demasiado afuera de si mismo y sin el recurso de crear más prisiones dentro de su prisión para relativizar su dolor. Debajo de la cáscara de corrección del del "Recto Ernesto", existe el vertigo insaciable de las infinitas máscaras del "barroco".

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  4. Hola Pierrot!
    Agradezco que hayas posado tus brillantes divagaciones en este pasaje pues Barroco es uno de mis personajes favoritos. Probablemente a él nunca le dejaron ser él mismo y, por tanto, no fue nunca siendo él como era. Seguramente escribiré más sobre él. Gracias por tus interesantes datos que no hacen más que ensalzar mis humildes crónicas.
    Saludos.

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  5. Tengo que venir a leer este post, me lo guardo para comerlo despacito.

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  6. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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  7. Muchos "Barrocos" ha habido en la historia, muchos los que han tenido que esconder sus inclinaciones sexuales e ideológicas.
    Este relato a pesar de mostrarnos el encarcelamiento de un espíritu "feliz en su tristeza"es una preciosa historia de amor

    Un abrazo

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