“Me gustaría que escogieras la cuchara más breve y menos brillante. Recorrería tu regazo rotando mi cuerpo como un perro que busca acomodo. Una vez allí emprendería mi mutación a cisne… y es entonces cuando mi nueva boca devendría en oscuro recipiente de tu sopa…
Al principio no opondría resistencia, dejaría la esquirla del vidrio y el plumaje en tu mano libre de metal, pues la levedad de esta palma forjaría mi deseo. Desprovisto ahora de toda la belleza que la cópula del vuelo y la alborada me imponen, buscaría frágil la cintura de tu otra mano sostenida por aquella cuchara. A ésta, tu izquierda, me debo indefectiblemente plegado, consumido y asustado, porque la entrega siempre me impidió luchar, que es lo único a lo que me dedico. Si combato ahora es por abrir torpemente la boca, para duplicar el ángulo de este pico de cisne con el que moriré sin extrañar mi antiguo labio.
Dejaré que apoyes el humo de cada cucharada para alimentarme,… comer es lo que necesito, pero lo haré, beberé de tu mano la sopa, a sabiendas de que voy a revolverme cuando el guiso reblandezca mi garganta… seguiré tragando sin cerrar el rígido hocico de ave. Sabes que este nirvana es sólo para los humanos y yo, cisne de mí, sin abrigo o artilugios, pronto asaltaré un lago donde arrullar al deseo… porque llamarse Barroco tiene su importancia. Y sí, ya sé que no es nombre para un ser intangiblemente majestuoso. Aunque también descubro, a raíz de mi metamorfosis, porqué los cisnes son tan altaneros.
Urdirás la cuchara en el caldo… cada frío estremecimiento del acero al sumergirse en el vapor de la vasija será avivado por el recuerdo de la inmersión anterior. Sorbo a soplo, relámpago a crepúsculo, el remo detiene a la indómita corriente para que avance su patrono y me incrementarás, prorrogando el declive del bostezo siguiente...
Así debe ser la memoria del deseo, idéntica a la del apetito, que va empujando al éxtasis hacia su cumbre por pura nostalgia mientras ejecuta el gozo enajenadamente.
Solo impondría una condición mas que premisa para acudir a tu leve palma y es que me dejes tan desvalido como te permita la abstinencia… y nunca te acerques al lago… pues allí soy yo el que posee.”
Un involuntario día de prisión Barroco observó por vez primera a un preso sorber su sopa mientras departían alimentos. Un amanecer transcurrió desde la impronta de esta imagen. Al día siguiente Barroco libertó de su rígida escama al papel para tallar la breve sinopsis de esta emoción. En aquel sefirótico estado, pues para esta suerte de escritor y fantasma aquel prisionero constituía tan sólo un concepto, es donde todo el encofrado de Barroco se puso en tela de juicio. Esa es la clave por la que lo ofreció todo en aquella misiva, por una única madrugada fuera de aquel sarcófago que prensaba sus instintos con la inocente dentellada de la costumbre.
A Barroco lo excarcelaron tres años después de aquello y, arrastrándose con todas sus prisiones, se dirigió hasta el lago más próximo para esperar a que aquel preso visitara su reflejo.
En la actualidad aún se desconoce la causa por la que en el lago más cercano a la antigua prisión de Nemertilev sigan sin anidar los cisnes, pese a las ingentes bandadas de estas aves que inundan el lugar.
Imagen perteneciente a la obra del pintor Jerzy Hulewicz titulada "Leda and the Swan" (1928)

La importancia de llamarse Barrroco: Declaración de un cisne a un preso. by Gabriela Amorós Seller is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.