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jueves, 15 de diciembre de 2011

Surrealista maldición de los reflejos










Varias mordeduras de cisne en el iris oscilan en jauría por la sierra. Ellas crearon la tiniebla del ojo. Sospechan frenéticamente levitando sobre un monopolio de frascos y válvulas prósperos de solana.

Intuyen que la ninfomanía de la bruma del día anterior ha lubricado el desangrado del vertedero del páramo.

Este asedio se pudo presagiar en la propia estructura de la ostentación del agua. Siempre ha sido longitudinalmente sucesiva pero ahora debe desplazarse a muñones por la loma. Porque el agua tiene miedo planea que su brillo se confite. Entonces comienza transitando horcajada, insomne, vesicular, malmetida, agolpada, sucia, a puños frescos, truculenta, serosa, rebanadamente hídrica, a nalgas de ponzoña que reptan por los riscos y las bestias.
Se ha desatado el declive del transcurso, la decadencia del reguero y su reverberancia, ha claudicado el flujo, toda corriente de agua se torna coágulo. El sólo concepto de derrame se extingue abruptamente. La vida se desdice.

En este estado de trashumancia linfática las pozas y las charcas se anticipan adherentes como cuajos de introspección gelatinosa. Y comienzan a irrogarse una belleza molusca, inimaginable de reprochar, e incluso medúseamente maceran todos los orificios de la sierra. Ignoran la existencia de tímpanos en las puntas del aire. Éstos urden perfiles ocultos, los expulsan y perpetran hasta que logran soterrarlos en la entraña del agua.

Una vez se hincan en la inquina termal los tímpanos eructan acecho reclinable: la misión es empalar todo tumor de líquido corrupto y vergonzante porque brilla.

Pero más incesto hay en el acecho que invierte en desangrados, más desvergüenza, porque no es lícito ser rapaz y gangrena al mismo tiempo, como no lo es ser ojo y carcoma: estas mordeduras de cisne abominan reglas y costumbres pues los creadores de este mecanismo no toleran que la horma del reflejo se exima de la vigilancia.

Allá supuran escarmiento un desahucio de desperdicios. Están apuñalando el ruinoso esplendor de sus bolsas raquíticas. Celebran al fin su venganza frente a las fauces de plástico que los convirtieron en testículos inmundos. Saben que se ha iniciado un nuevo orden, la crucifixión del rutilo. Es el momento de gozar de su apagado.

Justamente, en ese apartado de la loma hay una reserva de maldad del recuerdo, se percibe lo siniestro de lo premeditado pretérito: unos caparazones vacantes de caracol se fagocitan como prelados y hacen recuento de todas las mollas y babas y sueños que engulleron; carraspea un cardumen de latones violentos con lo que fue su apertura, una muerte fanática; se relame un orgiástico terrón de chapas y adherencias, parece un manojo carnívoro acordándose de lo que sostuvo la sangre;  hay liquen que no sabe esperar y se arroja contra las comisuras de alma de cualquier sombra. Todo ello vigoriza a este hórreo de astuta necesidad.


Pero el cenit de la conspiración siempre pretende raíles y los engranajes de toda unidad terminan cediendo a la infrecuencia, a la particularidad o al ostracismo.

Precisamente un teselado de labios de sosa pulula indispensable y tornadizo. Sus bocas forman parte de la forja de parásitos que murmura en el margen de las mordeduras. Aunque no hay voluntad en su apetito porque estas bocas lo que roen es lo que no escogen, lo que arruinan es lo que no rozan. Merodean junto al iris ya mordido y escarbado, desnutriéndose de lo que elige hurgar su ojo. Pronto sucumbirán y con ellas todo este rotor funesto.


Sin embargo en todos los valles, en las sierras, en los objetos interrumpidos, en los cuerpos, en la pérdida, en el polvo, en la sed, en el espasmo hay un fuego que se refleja en las posturas, un fuego que es de fiebre, de senda hecha fusil, de góndola bengala, hay un fuego de un material cantero, que talla y que ruge y que lanza. Si este fuego fuera capaz de decir lo que busca, tan sólo de nombrarlo, la vida sería una sátira de azufre rebuscando en el infinito otra forma de llorar.


*(La imagen es un dibujo propio hecho a lápiz sobre papel)
















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Surrealista maldición de los reflejos by Gabriela Amorós Seller is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
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